Un día, al no verme entre los otros perritos, esos que salían al encuentro para conseguir comida, fue a buscarme, no me podía levantar más, ella descubrió mi cuerpo lleno de heridas, con mal olor y con serias evidencias de desnutrición, no sé si me encontró… o si yo la encontré a ella aquello fue un milagro, solo sé que ese instante cambió nuestras vidas para siempre, aquel fantástico día, al no verme como siempre entró a la casa y me sacó cargado hasta su carro, me llevó al veterinario… donde le dijeron que no había nada que hacer.
Mi cuerpo estaba contaminado de perdigones… tenía plomo y heridas severas y como si fuera poco, un tumor cancerígeno amenazaba con apagar mi vida.
El diagnóstico fue devastador. Muchos dijeron que lo mejor era dormir para siempre.
Pero Adriana no lo permitió.
Luchó por mí.
Pagó tratamientos, estuvo noches sin dormir, enfrentó miedos, me sostuvo cuando ya no podía más.
Y junto a las manos milagrosas de los veterinarios, especialmente en Solángel, comenzó mi segunda oportunidad.
Recibí quimioterapia. Me cuidaron, me mimaron. a veces dolía mucho, pero yo sabía que esta vez, sí era amado.
Pasaron los meses… y un día, los médicos sonrieron el tratamiento ¡Había funcionado!
Hoy, más de 12 años después, sigo aquí. en el refugio Esperanza Animal Vivo, feliz, mimado… querido y amo comer mangos con mi mami.
Y quiero contar esta historia para todos esos hermanitos que aún esperan. Que aún están encadenados, invisibles para el mundo.
Historia contada Por: Adriana, Activista por la vida y el respeto a los animales.
ESPERANZA ANIMAL. VE